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domingo, 24 de noviembre de 2013

Pasión en la Universidad - 6 -

   Los días iban pasando. Cada encuentro lo vivíamos de una manera diferente con el consabido riesgo en el que estábamos inmersos. Ella, era una joven que había descubierto un mundo de amor no vivido antes y yo, un hombre de cierta edad que había vivido sus experiencias y ahora, estaba atrapado por unas circunstancias de locura. Un amor que me podía causar fatales consecuencias. Sólo pensaba cuando la noche me acogía entre sus brazos y la luna me hacía ver la realidad de los hechos. Cuando estaba con ella, mi mundo se obcecaba en su mirada, en sus ojos, en su boca, en su alegría...su juventud me hacía ser joven a mi mismo. El estado de dependencia iba obsesionándome y veía que en mi trabajo no rendía como era de suponer. Nadie se había cruzado en nuestro camino, por lo cual, vivíamos los días con pasión, amor, intensidad y sexo. Todo parecía tan perfecto que ninguno de los dos pensaba en más allá del próximo encuentro.
   El trascurso del tiempo nadie lo detiene y llegó ese tiempo de vacaciones. La separación era inminente pues yo quería estar con mi familia en las navidades...Ella, con lágrimas en los ojos, reclamaba mi instancia en la ciudad porque ante mi marcha, sola se sentiría. La despedida fue amarga y en su rostro las lágrimas eran ríos de pena. Con esa misma amargura la vi quedarse en la estación hasta que me acoplé en mi sillón. Fue ese momento que comenzó mi mente a cavilar. Quería sus besos, tener su cuerpo y hacer el amor durante todas las vacaciones, sin embargo, notaba que lo que estaba viviendo con esa joven se me escapaba de las manos. Era un deseo que me paralizaba. Estaba ansioso por terminar la clave para ir en su búsqueda, el solo mirarla, me tranquilizaba. También me preocupaba esa acción que me iba atrapando y que no había sabido nunca de ella: los celos. Una amalgama de cosas me corrieron por mi cabeza en el transcurso del camino.
   Ya en casa todo fue pasando, aunque, no completamente. El estar con algunos amigos hizo que momentáneamente todo persistiese, luego, también estaba esa amiga que fue pero nunca llegamos a nada. Ella se mantenía en su soltería y fue un placer volverla a saludar después de un cierto tiempo sin saber de ella. Siempre habíamos dicho de quedar para recordar viejos tiempos; nunca llegaba esa ocasión de encontrarnos solos ya que se acoplaban amigos de ambos y esa intimidad no florecía.
    Pasados algunos días si se dio ese acercamiento pues la invité a cenar. Ella conducía y le dije que mejor sería fuera. No por lo que fuesen a insinuar quien nos viese juntos, sino para que nadie se nos uniese y así se perdiera la intimidad de un rato charlando a solas...Todo fue magistral en la cena. Ambos hablamos hasta por los codos como se dice y quedamos enterados de la vida de cada cual. Ya de regreso a altas horas de la noche, yo la miraba mientras ella conducía. Recalé mis palabras en lo guapa que se mantenía...la intimidad de lo que pudo ser y no fue salió a flote. Sin premeditación, toqué su pierna. Aquellos muslos seguían firmes. Mi atrevimiento condujo a un acercamiento...Ella detuvo el coche. Me miró y nos besamos con una prolongación adecuada. La separación nos hizo respirar intensamente. Nos miramos y ya no pudimos detener nuestro deseo. Palpaba sus glúteos mientras la besaba pero quería ir más adentro; mis ganas era llegar a su sexo y meter mis dedos para que la excitación la fuese conduciendo a un placer adecuado y así hacer el amor allí en el coche. Ella, fue directa a mis partes. Fácilmente bajó la cremallera y comenzó a masturbarme provocando en mi cuerpo unas sensaciones estupendas. De esa manera estuvimos un rato hasta que la incité a que me la chupase. No dijo nada, su boca recibió mi pene erecto y comenzó a jugar...sus acciones me fascinaban. Mi mano mientras buscaba la desnudes de sus pechos.

   Por unos momentos se detuvo. Se desabrochó el sujetador y dejó sus tetas al amparo de mis manos. Ella se acopló de nuevo a mi pene y a su labor. Tocarle los pezones la llenó de unas sensaciones imperiosas. De su boca salían pequeños gemidos significativos de que le gustaba lo que estaba haciéndole.
De repente la detuve: -¡ espera, quiero follarte !. Con un gesto de aprobación nos embaucamos en la acción que nos llevaría a lo que tanto deseábamos. Corrí los asientos para atrás, tumbé los sillones y tanto ella como yo nos quedamos desnudos de cintura para abajo. Una vez tendido, se dedicó a seguir chupando mi pene. Al ponerlo duro nuevamente, se alzó y se subió encima de mi. Con calma se lo fue metiendo en su vagina apareciendo gestos en su cara que pasaban del dolor al gusto. Mis manos se las puse en su cintura e inicio el movimiento. Yo la acompañaba. No quería que fuese rápido....quería disfrutar de aquel momento aunque la posición no fuese lo más cómoda posible. El descontrol iba apareciendo al paso de los minutos y la intensidad florecía. Sin dejar que se saliese de su vagina, acometía movimientos más rápidos...ya iba notando como le subía el placer y quería recibir más éxtasis en todo su cuerpo.
   Como el gusto la iba llevando a extremos tentadores, se tendió para estar cuerpo a cuerpo conmigo. La abracé y más intensidad ponía yo también. Mientras ella bajaba su cintura, yo que subía mi polla hacia arriba. Al impacto de los cuerpos, los gemidos de ambos afloraban. El calor era desbordante y la pasión nos tenía presos uno contra el otro. Llegado a un punto de excitación suprema, la incité a que volviese a su sillón.
La animé a que siguiese masturbándome a la misma par que yo la masturbaría a ella. Así quedamos unos instantes hasta que ambos ya no pudimos soportar más aquella arrebatadora masturbación mutua. - ¡ Chupamela, chupa, cielo - Sin decir nada, su boca se acoplo a mi pene y tras no muchos lametones me corrí intensamente. Al ponerse en su sillón, aunque sin muchas fuerzas, metí mis dedos en su vagina. Con intensidad máxima la masturbé hasta que no pudo contenerse. Cerró las piernas y los quejios aparecieron con unos gestos en su cara de gozo esplendoroso. Después me tendí en mi asiento y allí quedamos ambos disfrutando aquel momento.
   Con las sonrisas en nuestras bocas, nos incorporamos. Nos vestimos a pesar de los inconvenientes del lugar y todo quedó como si allí no fuese pasado nada. Un beso nos unió nuevamente. Una sonrisa de agradecimiento fue ese momento que sin palabras eres capaz de decir más que si abres la boca.
    Tras un cierto tiempo sin fumar y al ofrecimiento de ella, me fumé un cigarro disfrutando de la tranquilidad y al amparo de las estrellas. Comenzaba a hacer frío y la noche no se detenía:- Es hora de irse - La música amenizó el regreso. Ya dentro del pueblo comenzamos a hablar de lo pasado y lo bien que habíamos cenado en aquel lugar. Sin dejar que dijese nada, le dije que en la mañana estaría ocupado, a pesar de eso, la llamaría para luego decirle que si deseaba un café o dar una vuelta.
Ella lo aceptó perfectamente. Con un hasta mañana nos despedimos, aunque en nuestros rostros, se deseaba un beso eterno. Esa sonrisa que salió de sus labios me lo transmitía....y de igual manera se lo hice notar yo.
La madrugada continuaba sus pasos acompañada de un frío intenso. Yo nada notaba, al contrario, estaba con felicidad en mi cuerpo...sabía que la noche no me daría malos sueños.

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