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jueves, 12 de febrero de 2015

La insinuación de tu mirada.

La insinuación es un aliciente que apremia el deseo, vaticina un estado de descontrol que induce a actos morbosos que conducen al delirio.
En las miradas se produce una opresión lujuriosa que hace hervir a la sangre, se descontrola todo nuestro espacio de solvencia y buscas poseer esas pupilas que abanderan la pasión más calenturienta.
Instigado a poseer esos ojos que te hablan de placer respiras, y la cautela no queda entre tus manos. Un parpadeo de ojos desvanece...quieres adueñarte de esa mirada y conseguir los favores sexuales más intensos y fogosos.
Surge una fusión calenturienta que te desvía a las pasiones más incesantes. Ya estás sometido a un desbordamiento corporal y, aunque te sientas vulnerables a los encantos, no pones trabas a la acción sino que dejas correr tu voluntad para adentrarte en ese juego misterioso.
La seducción comienza. El éxtasis se apodera de la paciencia y notas como estímulos extremos hacen engrandecer un miembro apaciguado. Explosiona cada músculo del cuerpo y el apetito sexual te atrapa. Padeces la llamada opulente de la atracción...la sequedad cubre tu garganta y quieres ser rociado por los besos de su boca exquisita.
Notas como su lengua se desliza por tu cuello. Una bocanada ansiosa te incita a rodearla con los brazos y no dejar que huya. Su piel es suave, las manos se llenan de ternura...la sucesión de gusto acontece para sentir en el cuerpo un placer radiante.
Sin detenerse, ella sigue derramando saliva por el vientre con dirección a ese miembro que ya está erecto y vigoroso. Sus labios rozan el prepucio. El estremecimiento supera cualquier sensación...es un estado tan exquisito que nada tiene comparación. Su movimiento masturbatorio va de más lento a más rápido, lo que supone que los gemidos aumenten. El ritmo impulsivo es un júbilo indescriptible que me lleva a la perdida de los sentidos.
La detención es un consuelo. Consuelo por no querer eyacular tan rápidamente. Con suavidad se sube encima de mi. Su mano masturba mi pene con la intención de que no decaiga mi rigidez. Me mira con la intensidad de un principio...ahora sus ojos son más ardientes, más viciosos. Esa forma de mirar me atrae, me fascina. En el juego visual nos detenemos, y sin notar su movimiento, pone mi pene en su vagina y , de forma contundente, cae su cuerpo encima de mi. El gemido es mutuo y al mismo compás sucede la expresión.
Con cada movimiento alcanzamos una vibración interior maravillosa. Sus ojos encandilan y no puedo dejar de contemplarlos porque más excitación me llega. Las sacudidas cobran ritmo. Acaricio sus pechos, su cintura...no puedo dejar de tocar ese cuerpo tan perfecto.
Cambiamos de posición. Ahora soy yo quién produce las acometidas. Suavemente las primeras y con más intensidad las sucesivas. Ella me coge de la cintura con fuerza. Su objetivo es más aceleración en las envestidas...El desfallecimiento se acerca. Los primeros brotes del orgasmo aparecen al igual que los primeros sudores.
¡ Quiero tu leche en mi boca !
Su voluntad nos hace hacer un 69. La humedad de su clítoris me fascina. Mi lengua es pura dedicación para que alcance el orgasmo requerido. Ella con su dedicación a chupar me lleva a los extremos del placer. Discurridos unos momentos con las acciones que nos concernía, las palabras : - me corro, sigue - dan veracidad al fuego que corre por nuestros cuerpos.
Los gritos son una cadena expresiva: me corro, me corrooo.
Tras unos instantes en silencio, solo se escucha los jadeos de cuerpos estupefactos. Alcanzar el grados superior del placer es lo más agradable y maravilloso.
Recuperada la posición, nos miramos. Las miradas hablan en sustitución de nuestras boca. Una sonrisa nos dice que estamos con un gusto intenso y que el acto sexual ha sido fantástico para ambos.
Pasado el vicio, las miradas ya no son tan insinuantes y toman otras riendas...esos ojos tan bonitos siempre dan miradas suculentas.