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jueves, 7 de noviembre de 2013

Pasión en la Universidad - 2 -

  El nuevo día acontecía brillante. Mi respiración estaba más serena y los nervios, aunque se resignaban a marcharse, estaban controlados. El ajetreo en el tren me llevó a otear los perfiles femeninos...no hallé lo que buscaban mis ojos. Mi expresión fue que las casualidades sólo surgen un día y luego, todo pasa inadvertido.
   El tren no se hizo esperar. La diversión en las caras de los jóvenes me hacían recordar mis momentos de estudiante...en ese pensamiento estaba cuando a lo lejos vi tres chicas que corrían desesperadas. El tren debía salir. Mi impulso fue apretar el botón de abrir la puerta y así que se detuviese. Con ahinco advertí a  aquellos jóvenes que venían corriendo. Una sonrisa en mi adentro me hizo cambiar mi opinión sobre las casualidades... Dos gestos de agradecimiento entraron por la puerta, pero una sonrisa bonita, un " buenos días " y la palabra " gracias " salió de la cara de aquella joven que me había quitado el sentido en la noche. Con una señal le señalé mi asiento. Sólo fue la sonrisa la que habló con negación al ofrecimiento y sus ojos dieron a ver que iba con sus amigas que estaban de pie al otro lado.
   El rumor corría por aquellas jóvenes y , seguro, que hablaban de mi acción para que no perdiesen el tren y por ofrecer el sitio a su amiga.
Las clases transcurrieron con el sentido propio de los inicios. Cada vez que tocaba dar clase a aquella cara bonita me costaba porque en mi corazón se producía algo que no llegaba a comprender...los días fueron pasando. Algunos días nos encontrábamos con el saludo pertinente y otros no, aunque, eran los menos. Siempre estaba ella esperando a las amigas y, otras veces , estaban juntas como esperando a que yo llegase para entrar conmigo o un poco detrás...¡ en sus conductas se veía claro su espera !.
   Mientras, la relación con los profesores iban sucediendo, en especial, con una profesora, de nombre Leonor, que vivía cerca de mi casa y mi calle, era su paso obligatorio. Cuando supo dónde vivía, se ofreció para llevarme en la vuelta. No suponía ninguna molestia, también llevaba a otra compañera. En la mañana, nuestro horarios diferían, por lo cual, no podía irme con ella , así que el tren era mi medio más rápido, cómodo y barato...además, tenía ya el aliciente de ver a aquella princesa juvenil.
   La primera reunión de profesores tuvo lugar a los dos meses de iniciado el curso escolar. La noche se nos presentó sin esperarlo. Algunos profesores, sobretodo los solteros, decidimos ir a cenar y tomar una copa. Al final quedamos los tres que siempre íbamos de regreso en el coche. El ambiente creado fue extraordinario y de lo que menos se hablaba era del trabajo. Aquella reunión había surgido de la nada y no era el tema del trabajo la mejor conversación para amenizar esas horas de descanso. Al estar dos mujeres y yo solos, ya surgieron temas más personales, familiares e íntimos. Ellas preguntaban buscando saber sobre mi estado, de mi personalidad....saber en un conjunto global de como era mi vida y como había llegado a aquella ciudad siendo de un lugar tan opuesto al lugar que nos encontrábamos.
   La charla se hizo amena. Ellas contaban de sus circunstanciales vidas y más morbosa se hizo la conversación cuando una dijo que estaba divorciada. Su pasado había sido fatal con su pareja y que ahora llevaba 6 meses divorciada. El cambio de universidad le había venido bien. No tenía hijos lo que le hacía estar más tranquila. Su familia en cualquier momento podría venir a visitarla o al contrario. La otra era todo lo opuesto pues había dedicado su vida a estudiar y sacar las oposiciones de profesor que es lo que le había gustado desde un principio, aunque también, influenciada por su padre.
   Entre preguntas y respuestas la medianoche acababa con un día para comenzar otro. La mujer divorciada que era la del coche fue la que mencionó que el trabajo no sabía de juergas nocturnas. Una vez en el coche explicó que primero me dejaría a mi y luego a la otra compañera...así era lo pactado. La conversación siguió. En un momento dado le dije a mi compañera que mi calle se la había pasado, ella, muy sorprendida y echando la culpa a la noche, se excusó diciendo: - cambio de planes ; primero dejaré a Sonia  y, después, te dejaré a ti, Dario.
   Poco conocía a Leonor, pero intuía que aquello lo había hecho deliberadamente...Tal como lo dijo lo hizo. Cuando nos despedimos de Sonia, me miró: - ¿ una última copa te apetece ?-
Su mano fue a mi pierna y la insinuación sólo llevaba un camino....¿ En tu casa o en la mía ?. De mi boca salieron las palabras que Leonor esperaba , aunque, no sabía si era lo correcto.
   A esas horas en la calle no había nadie. Entramos en silencio con dirección al ascensor. Ya dentro, las miradas se fusionaban hacia algo que ambos deseábamos. El acercamiento no se hizo esperar. Con gran intensidad aparecieron los besos y las primeras caricias en todo el cuerpo. Su boca me mordía los labios y seguidamente el cuello. Sentí que el bocado estaba marcado. El suave dolor así me lo decía. Sus manos no paraban hasta que la cremallera de mi pantalón se bajó. Noté como su mano tocaba mi pene. Ante las intensas sacudidas, la erección aumentaba...allí mismo se inclinó y lo metió en su boca. El sudor me corría por la frente con el pensamiento puesto en lo que estaba haciendo y con el temor de que cualquier vecino quisiera coger el ascensor. La situación sería muy comprometida ....
   La parada nos hizo ver que estábamos en mi piso. Los besos volvieron a intensificarse. Ella me reclamaba apasionadamente. Mientras metía la llave y abría la puerta, no paraba de tocar mi polla que fuera estaba. Ya dentro todo fue diferente. Antes era ella la que me buscaba...ahora, era yo la que desabrochaba su camisa y el pantalón que llevaba. Mi mano entró en su coño y noté humedecida su vagina. Mi boca buscaba sus pezones y en ese camino, mi lengua iba llenando su piel de saliva. Ya en sus pechos, con mi otra mano libre,  quité su sujetador. Sus tetas eran como todo en ella: una hermosura en todos los sentidos. La hora de dirigirse a la cama no llegaba. En el pasillo ya se encontraba con su cuerpo superior desnudo. En el suelo había tanto ropa de ella como mía.
    Si antes ella me había lamido mi polla, tras desnudarla completamente, era yo el que le chupaba su húmeda vagina. Su rajita de placer estaba rapada y más gusto me daba lamerle todo aquel coño que era para mi en esta noche. Le metía la lengua hasta todo lo que daba decir. Las lamentaciones surgieron con un descontrol tanto en su interior como en el mio. El disfrute la llevaba a pedir más. Ante su respuesta, metía un dedo para después meterle dos y moverlos rápidamente, a la vez, que le metía mi lengua en su clítoris.
   Así, de forma pausada, llegamos a mi habitación. No pensamos ni en la copa que nos íbamos a tomar ni nada...lo mejor era estar follando toda la noche y que el día aconteciese de la forma que fuera.
 
Ella se tendió en la cama y con sus manos me llamaba. Pronto estuve a su lado ya que mucha ropa no me quedaba encima. Desnudos nos fundimos en un abrazo intenso. Sólo notar nuestro cuerpo a cuerpo, la tentación llevó a engrandecerse mi pene. Ella lo notó en su piel...con suavidad fue bajando de mis labios hacia mi pecho. Su lengua jugaba con mis pezones . El gusto era extenuante. Me llegaba unas sensaciones agradables, aunque, más gusto noté cuando , de nuevo, su boca recibió a mi polla. Cada mamada me hacía cerrar los ojos. Echaba el pellejo hacia atrás y la saliva, que salía de su boca, se esparcía por mi capullo que comenzaba a enrojecer. A continuación, con la palma de la mano lo volvía a extender lo que me producía más satisfacción. Mis deseos era que ya se montase encima y follar...pero ella llevaba el control de todo y con calma me apaciguaba.
   El 69 fue ese momento maravilloso en el cual sentimos que uno estamos dentro del otro. Si ella me masturbaba rápido o lentamente, al igual, hacia yo en su coño. Pasados un tiempo....las desbordantes acciones iban tomando furor interno.
    Fue en ese instante cuando si se posó encima de mi. Su vagina se abría de forma cauta al ir entrando mi polla. Sin llegar a cubrir toda la profundidad, comenzó a moverse. Hacia delante, hacia atrás...haciendo círculos e , incluso, los compaginaba haciendo un ocho que cuando lo culminaba más intensamente subía para después bajar con más rapidez. Mis manos tocaban su muslos, la cintura y unos pechos que estaban con unos pezones duros y grandes. Cerraba los ojos para disfrutar de los movimientos que me daba. Cada vez iba con más rapidez. Los suspiros cambiaron a jadeos. Ella gritaba como poseía por el dios del placer. Cogí sus manos apretándolas fuertemente y que las sensaciones se transmitieran de su cuerpo a mi cuerpo y de manera adversa. Su voz entrecortaba me suplicaba que quería más, más, más....
   Me elevé abrazando su cuerpo. Mi boca chupaba sus pezones y los mordisqueaba...Cambiamos de posición para penetrarla por detrás. Su mano agarró mi polla para masturbarla y así que no decayese...tras su acción se la metió. En aquella posición, era yo el dominante. Le daba palmadas en su culo a lo que correspondía con un gemido intenso y con la petición de más...Dejé de sostenerla por la cintura....ella debería ser la que se moviese buscando la profundidad y el movimiento que desease. Sabía en el sexo, su dedicación fue plena por buscar a cada momento la culminación de los sentidos. Lo mismo iba suavemente que la penetración la intensificaba, lo mismo se movía de un lado a otro que solo era a dentro y fuera. El ritmo lo ponía ella...su respiración se volvía por momentos acalorada al igual que la mía.
   La noche iba pasando sin saber cuando caeríamos rendidos por el disfrute al que estábamos entregados. El ritual de la posición lo cumplimentamos...buscamos otra postura que nos llevase a un final que no se hacía esperar...ya iba notando como ese placer que hacia soltar el semen iba llegando. Ella tendida y yo encima buscábamos follar intensamente. Nuestros sexos estaban acalorados por la impetuosidad administrada. Los espasmos complacientes aparecieron.
   Ella con sus manos en mis brazos apretaba con furor. Cerraba los ojos fruto del regocijo y gritaba de forma delirante. El ritmo se hizo más perseverante y mis palabras alentaron a mi compañera....¡ me voy a correr !. Ella, con rapidez se posicionó en la postura del 69. Mientras me chupaba mi polla, yo hacía lo mismo con su sexo...la explosión máxima del placer no se hizo esperar mucho y ambos quedamos complacidos cuando mi semen se quedó en su boca y ella tenía su coño humedecido de un flujo interno.
   Al volver al abrazo y al beso gratificante, las miradas se cruzaban sin salir palabra alguna de las bocas. Los labios se unían en besos de cariño como regalo de lo vivido.
- ¡ Perdona, no te he dejado correrte dentro de mi porque .... ! Con el dedo de mi mano silencié sus palabras. Comprendía lo que hizo y no había que darle más vueltas. Yo sabía que no tenía preservativo puesto y que igual ella no tenía ninguna protección ...ni tomando nada y el riesgo podía ser elevado. Aquel asunto pasó como un relámpago y allí en la cama quedamos mirando la noche.
 
Después de un periodo de tiempo, ambos sucumbimos al sueño. Todo había sucedido tan rápido que nada tenía explicación. Pronto me desperté y miraba su cuerpo. Era una mujer con firmeza, con valor y gran personalidad. Mi evaluación me llevaba a verla posesiva y siempre sabiendo lo que hacía...Al sentir un escalofrío corporal, se giró y sus ojos se abrieron. Ninguna palabra dijo aunque los besos volvieron a comenzar. La noche seguía su caminar al igual que nuestro empeño en disfrutar de la pasión a la que nos habíamos entregado. Nuevamente estaban nuestros cuerpos en la lujuria, deseosos de hallar el máximo placer por parte del otro...así conseguimos llegar casi al alba hasta caer fulminados nuevamente tras correrme en su cuerpo esta vez. Seguidamente la misma acción, el sueño aunque esta vez, sólo yo fui el que quedó bajo un dormir intenso. Cuando desperté ella se fumaba un cigarro mirando tras la ventana como la ciudad iba comenzando su quehacer diario. Tras fumarse el cigarro volvió a la cama. Sus palabras fluyeron como en la cena...en ese preciso instante ya me contó más de su vida que no había contado antes y sus problemas con su ex. Así nos llegó la hora de bañarnos, vestirnos e ir a clase....Un nuevo día nos esperaba. Este sería agotador por la falta de sueño y por el desgaste concebido.
   Al montarse en el coche, un nuevo beso fue como dar las gracias. Ambos lo tomamos así. Debía darme prisa para coger el tren...ella tendría que ir a su casa, preparar alguna cosa que tuviese e irse también para la universidad pues la diferencia conmigo era de una hora.
- ¡ Hasta luego, en la cafetería nos vemos !. Un guiño fue el adios...y con el recuerdo de lo vivido vi como se marchaba el coche. No podía quedarme pensativo porque el tren no espera....

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