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viernes, 26 de julio de 2013

Un amor muy primordial - y IV -

   Arregladas para una gran velada, sus vestidos eran todo una joya. Cualquiera dirían que estaban hechos para aquellos dos cuerpos perfectos. Uno en blanco y otro en negro.
Hacia media noche, la casa era un murmullo por todos lados. La música en directo sonaba desde el jardín hasta la última de las habitaciones. Los invitados bailaban, reían y se divertían...pero la joven, a pesar de que continuamente la mujer se acercaba a ella para estar juntas e incluso darle un beso, se sentía fuera de aquel ambiente. Lo notaba, allí no conocía a casi nadie salvo a su amada y otras pocas personas que había visto en la fiesta en la cual conoció a su nuevo amor. Se sentía por momentos abandonada y le sobrecogía la pasividad hasta tal punto que pensaba retirarse a su cama.
   A pesar de no tomar alcohol, su decisión fue que alguna vez tendría que ser la primera y el instante así se lo hacía ver. Tras algunas copas, comenzó a sentirse con esa alegría que le hacía bailar sin detenerse. Se sentía a gusto y quería disfrutar esa noche aunque no tuviese a aquella mujer que le había dado tanto durante el día. A pesar de su indiferencia momentánea, quiso saber dónde se encontraba. Fue a preguntar al mayordomo pero no encontró la respuesta que deseaba. Notó que su sinceridad no era la correcta pero omitió comentar nada más. La búsqueda fue en vano y ya hacía largo tiempo que no la veía. Esa sensación le provocaba angustia porque quería estar con ella. Después de buscarla y no dar con ella, entró nuevamente al salón. Comprobó que el mayordomo aún seguía recto en la subida de la escalera sin dar paso a nadie. Aquello le causó ciertas dudas que sumadas a no ver a la dueña de la casa más incertidumbre le acogió. Sabía por dónde subir a las habitaciones superiores sin pasar por la escalera y se encaminó a ver qué ocurría. Mientras iba por el jardín, multitud de cosas le pasaron por la cabeza. Aquella parte no estaba habilitada para la fiesta pero ella pasó como si se encontrase en su propia casa. Ya se situaba en otras escaleras y le sobrecogía la desconfianza. No sabía el por qué pero en ella había algo de resquemor.
   Sigilosamente subió las escaleras. Con pasos lentos se dirigió a las habitaciones donde se encontraba la fiesta y allí se encontró lo que no deseaba.
A pesar del ruido de la música, unas palabras fogosas resonaron como un eco en un valle. Lentamente se dirigió donde provenían unos gemidos que cada vez se hacían más intensos. Se paró en lo que era la habitación de su amada. La puerta no estaba completamente cerrada. Poco a poco fue abriéndola y ver lo que no deseaba.
Allí estaba ella con un hombre en la cama. Su primera impresión la descentró pues creía que era lesbiana pero ante sus ojos comprobó que también disfrutaba con los hombres.
 
Encima del hombre, sus movimientos se complementaban en busca de estar unidos para alcanzar el deleite supremo del placer. Sin inhibición follaban. El desenfreno les hacía ser dos fieras del sexo buscando obtener el mayor número de sensaciones lujuriosas. Lo mismo la besaba con un ímpetu como si fuese a comerse su boca que pasaba a sus pechos propinándole bocados en los pezones y apretando sus senos de manera intensiva. Ella también descargaba sobre él su deseo. Le chupaba su pene de forma extenuante y cuando lo sacaba de su boca, le propinaba una masturbación que hacía temblar al hombre. La vehemencia los tenía tan sumergidos en el furor que no se dieron cuenta de la presencia de la joven. Ella los contemplaba mientras de sus ojos las lágrimas eran ríos de dolor.
Los suspiros de la mujer llenaba la habitación cuando la tenía a cuatro patas y la penetraba por detrás. La virilidad de aquel joven se hundía en su coño humedecido. Aquella situación se propinaba un delirio prolongado. Estaba sumisa a su joven conquista. Su cuerpo caliente al filo de lo irracional la tenía perpleja por cuando recibía. Su respiración jadeante hacía ver que disfrutaba cuando el chico entraba su miembro en la vagina y en el ano. La ansiedad le hacía pedirle más. Quería recibir más placer a lo que él contestó introduciendo un consolador en su ano. Ahora los gemidos eran más intensos. El cuerpo de ella se irguió. El sacó el consolador de su culo y lo metió en su boca. Ella lo agarró con ferocidad y lo chupaba . El tocaba sus pechos y estiraba sus pezones. La fogosidad les salía por los cuerpos sudorosos. Inclinada nuevamente, la volvió a penetrar tanto por la vagina como por su ano con el consolador. Esta vez la ebullición placentera la iba llevando a un orgasmo delicioso.
Extasiada se retorcía por las embestidas de poderoso miembro del joven. Los movimientos los hacía más perseverantes ante la llegada de su frenesí también. Notaba como le iba llegando el gusto y se preparaba para correrse en las tetas de ella como le decía. Así acontecieron los minutos hasta que ambos ya no pudieron aguantar más. La mujer se tendió en la cama y el joven se posicionó encima de ella abierto de piernas. La masturbación de ella hizo que su semen saliese como una bala de su miembro llenando sus tetas. Aquella sensación le gustaba. Frotaba el liquido seminal y a la vez chupaba sus dedos....
   En ese momento, la joven ya no aguantó más y se marchó dando un portazo. Bajó por las escaleras donde estaba el mayordomo para sorpresa de éste. Corriendo se dirigió a la calle. Quería marcharse. Se sentía engañada por una mujer sin escrúpulos y no la quería volver a ver. El amor que la iba acogiendo , en esos momentos había desaparecido para convertirse en odio.
   Al ver que un coche se ponía en funcionamiento, fue hasta él. Preguntando hacia donde se dirigía, se subió. El joven que conducía quería saber que le ocurría aunque ella sólo hacía llorar. El dolor le impedía hablar. Llegando ya a la ciudad le habló para decirle si podía llevarla a un lugar que no fuese su casa. Así lo hizo el joven. En un bonito parque se quedaron frente a frente sentados en un banco. Tras unos minutos, el llanto se detuvo. El agradecimiento salió por la boca de la joven que veía en aquellos ojos de su acompañante a un chico de su misma edad.
   El día daba sus primeros pasos. Ante las cosas que le contaba el chico, la joven fue sintiéndose mejor y hasta la sonrisa le regresó. En ese instante sonó el teléfono. Era ella pidiéndole explicaciones por su actitud. Ella no se alargó en palabras expresándole todo lo que había visto y que ella no era quería ser su juguete. Con agradecimiento por lo vivido se despidió de ella diciéndole que no la buscase más.
   Colgó el teléfono, volvió a sonreír y a fijarse en aquellos ojos tan bonitos de aquel joven que la había auxiliado. Cada gesto y cada expresión le sabía a gloria. Se sentía cómoda y así se lo hizo ver... Ya el sol estaba en plenitud. Era hora de regresar para dormir.
- ¡ Te volveré a ver algún día ! - dijo el con esa timidez deseoso de que contestase que si.
-¡ Si, me has salvado y mereces una recompensa !- dijo ella.
   De su bolso sacó papel y lápiz para anotarle su teléfono. Llámame mañana y tomaremos un café.
Con una sonrisa en los labios y deseosa de besarlo, se despidió de él. Al llegar a su cama y pensar en todo lo acontecido notó que del odio al amor se pasa en un suspiro. Se decía que podría conquistarlo  y ver si aquel joven era verdaderamente su amor primordial.

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