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viernes, 12 de octubre de 2012

Una noche de cumpleaños - II -

   Ante aquellos ojos, que no cesaban de mirarme, notar su mirada era como un colapso de ideas en mi mente. Estaba embrujado por su parpadear y aquel pelo me tenía rendido al mayor de los deseos. Ningún camino me llevaba a la razón ya que estaba confuso por lo que estaba sucediendo. Mientras divagaba en las conjeturas de la situación, por mi piel, iban deslizándose unas manos suaves que me tocaban deliciosamente. Lograban perturbar desde mi pensamiento hasta las neuronas de mi interior. Las dulces caricias que se proyectaban en mi figura, me hacían descontrolar y quedar condenado a las gesticulaciones amorosas que lanzaba sobre mi persona.. Estaba al amparo de ella, a lo que quisiera hacer conmigo.
Sus dedos iban introduciéndose en mi boca. Los chupaba despacio. Sus efusivos actos bajaban por mi espalda, se dirigían a las extremidades y regresaban a mi corazón para estar en un candente estremecimiento. Cada latido de su corazón era una persecución sexual que llegaba hasta los poros de mi piel.  Estaba exultante por cuanto me hacía . La miraba y se pacificaba mi descontrol. Toda la dulzura de sus guiños, del parpadear de sus ojos, de sus besos lanzados hacia mi boca...¡ no creía que estuviese pasando en realidad !.
Ella, muy aplicada en su empeño, lograba encender cada vez más la llama de mi sexo. Con el roce de sus manos en mi pecho, en el cuello, en los pezones... mortificaba las neuronas sexuales de mi mente. Hacía que sólo viese sus ojos y aquella lengua que recorrería sus labios embriagados en placer.
-¡ Intentaba contenerme pero hasta cuando !-. Quería dosificar los lances provocativos que me estaban enloqueciendo pero no podía contenerme ante ella . Había caído a la efervescencia de aquella desconocida dama de la lujuria. Su descomunal elixir pasional me hacía deambular por los mares del más profundo desenfreno. Sentía la lujuria correr por mis venas hacia mi miembro que se había erguido; listo para complacer a la diosa del amor que estaba encima de mi.
    Ya estaba sumido en una delirante relajación. Dejaba llevarme al tacto de aquellas manos que inculcaban gozo en mi cuerpo. Con sus labios puestos en mi piel, el acaloramiento bajaba cautelosamente por mi pecho. Su voz me despertó de aquella exquisitez:
 - ¡ Verás como esto te gusta más !-
   Fue escuchar el eco de su última palabra y esbozar un suspiro que cubrió el silencio de la habitación. Mi pene estaba dentro de su boca. Sus labios me masturbaban por instantes , a la vez, que su lengua recorría todo el grosor de mi erección. Alternando su movimiento en la rapidez y la pausa, la masturbación bucal hacia cubrirme de un estremecimiento ponderoso. De su boca, corría la saliva con el propósito de lubricar mi pene. Gota a gota iba dejándola caer en mi glande para que no se resecase; así no notaría el estrepitoso dolor que pudiese producir... el dolor que ella quería entregarme era el del placer .
Era una imagen provocadora. Cada expresión de su cara me tenía pasmado y repleto de fogosidad. Al detenerse en la masturbación, me miraba sonriendo para después seguir con sus movimientos bucales.  El sudor cubría mi torso desnudo. Las gotas de entusiasmo verificaban que estaba a merced de aquella mujer. Estaba empapado en su sensualidad y en sus plácidos mordisqueos.
Su mano acariciaba mis testículos, mientras la otra, buscaba producir elevadas sensaciones camino de mi ano. Al notar las caricias, el delirio me acogía. El gusto era algo superior a lo experimentado. Mis partes vitales palpitaban hacia un estado indescriptible pero más delicia absorbió mi cuerpo cuando lentamente mi culo se sintió penetrado.  El gemido fue desorbitado. Seguro que haría despertar a mi pareja que dormida había quedado junto a la chimenea. Entre la masturbación que me producía sus manos, los besos de su boca en mis testículos y la penetración de su dedo en mi ano, estaba cubierto por el mayor frenesí al que había sido sometido.
   Acaparando un perseverante deseo de fornicar con esta dama de la noche que decía era mi regalo de cumpleaños, la atraje hasta ponerla frente a mi cara. Su mirada audaz me paralizaba. La besé con ímpetu.  Ahora era yo el que posaba mis ojos ardientes sobre ella y la volví a besar nuevamente. Ella, diestra en el juego de la seducción amorosa, comprobó que mi corazón y mis partes sexuales querían llegar a la agitación  sexual más intensa. Sin dejarme articular palabra alguna, su voz se clavó en mis sentidos. Sus labios chupaban mi lóbulo de la oreja y la lengua acariciaba la parte interna.
- ¡ Cariño, no vayamos tan aprisa. El juego sólo acaba de comenzar. Cierra los ojos y te llevaré a un orgasmo que no me olvidarás jamás !.
   Como estaba en un estado que me dejaba hacer cuanto ella dijese, acepté su decisión. Se levantó de la cama para ir hacia la oscuridad. En su mano traía un pañuelo junto con unas cuerdas elásticas de igual tamaño. Sin decir palabras, se montó encima de mi comenzando las caricias y los besos para calmar mi incertidumbre. Su sensibilidad me calmó. Atrajo mi cabeza y besó mi boca. El beso se hizo eterno. Complacido, me dejé llevar por sus manos que cerraron mis ojos. Noté como me cubría con el pañuelo que traía en la mano. El juego acababa de comenzar pero prefería estar con mis ojos viendo su desnudez y cuanto pasase a mi alrededor. El misterio me llevaba a una respiración más intensa. Se me secaba la boca y no verla me producía inquietud. Ella volvió a calmarme con sus besos. Estaba a su merced, era su prisionero.
-¡ Tranquilo !. ¡ Voy a cambiar de postura. El juego acaba de comenzar. Disfruta y luego me lo agradecerás cuando todo haya sido algo superior a cuanto has vivido !.

Continuará.

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