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sábado, 28 de septiembre de 2013

Mal destino - II -

   Paseando por la calle, aún no me podía creer lo que días pasados habían visto mis ojos. Mis horas en la oficina se hacían eternas, no deseaba volver a casa. Nada me consolaba. Mis compañeros de trabajo veían que estaba diferente, que mi rostro era todo un poema de desencuentros y que ese ánimo que dispensaba a todas horas del día, ahora, se había convertido en un conformismo desmesurado que me hacía estar evadido de la realidad. Seguía pensando en su desnudes, en aquel joven penetrándola y dándole un placer exquisito...los recordaba derretidos en el amor y me comían los celos y los pesares.
Mi negación me llevaba a ninguna parte pues en ningún lado estaba bien.
   De pronto, una voz femenina me llamó, me era familiar. Al girarme, vi la brillantez de ojos más bonita que había visto. Seguía mostrándose con un cuerpo tan espectacular que podría uno perderse en su piel. Estaba más elegante que cuando trabajaba en la oficina...¡ cualquiera diría que le había tocado una lotería y que le había ido muy bien en esos meses que llevaba sin verla !
   Con vehemencia, y con esa forma tan sutil y agradable que tenía de tratarme, me saludo. Su abrazo me pareció eterno. Era lo mejor que me estaba pasando en varios días y no había ocurrido nada aún; solamente saludarnos y estar sorprendido por verla de nuevo ya me alegró la mañana. En la sonrisa vi los recuerdos. Nunca sucedió altercados entre nosotros, aunque, siempre desee estar en la intimidad con ella. Lo había intentado en alguna ocasión, pero por unos motivos u otros, nunca llegó a culminarse la cita.
    Esta chica se había marchado de la oficina al amparo de un nuevo trabajo con mejor posición, y no había más que verla, parecía una gran señora.... y más, con el vestido ajustado que llevaba puesto. Sería la impresión de encontrarme o el fresco que iba corriendo, que sus pezones se alzaron y me avergonzaba mirarlos. Su sensualidad me descentraba antes y ahora me producía latidos desgarradores en mi corazón.
- ¡ He estado en la oficina saludando a mis amigos pero no te vi. He preguntado por ti y me han dicho que acababas de salir ! ¿ Qué te ocurre, han insinuado que te has vuelto más silencioso y en tu cara no se refleja la alegría de siempre ? -
- ¿ Quieres tomar un café y así recordamos los viejos tiempos ?- me alegro mucho de saludarte y haberte encontrado.

   No sabía si el café era bueno, lo que si eran bonitos eran sus ojos. No pude contenerme en cogerle la mano al mismo tiempo que le hablaba de que no me iba bien en mi matrimonio. Fue la conversación idónea para entablar un dialogo duradero. No quería soltar su mano, ella tampoco le molestaba mi acción. Mis ojos reflejaban el jubilo...no quería saber del tiempo. Tanto en las preguntas como respuestas salía el amor, la pasión, los celos, la convivencia, y por supuesto, el sexo. Al mencionar esa palabra me entro una marea de sensaciones que me vi atrapado en los besos de aquella mujer. Mi respiración comenzó a ser irregular fruto del éxtasis que se estaba apoderando de mi cuerpo.
- ¿ Qué te ocurre, te incomodo con mis preguntas ?-
- ¡ Nooo, es que hace tanto tiempo que no te veo que pareces ahora más bonita que cuando compartías con nosotros los días !
 
Ella se ruborizó, no esperaba tal respuesta. La conversación tomó un rumbo más personal e intimo. Hablábamos de ella y de mi. Tenía que decírselo porque si no iba a explotar por dentro: - ¡ Sabes que llegué a quererte mucho de un modo distinto a la amistad !.
Si antes se había ruborizado, ahora, no sabía como reaccionar; un estremecimiento plácido le acarició su cuerpo. Un gesto con su dedo me hizo acercarse más a ella. El beso no se hizo esperar. Llegados a ese momento sus labios se fundían en los mismos, su mano tocaba mi pecho y , como deseosa de culminar la caricia, me tocaba mi pene que ya se había puesto engrandecido. La situación se tornaba embarazosa ya que no era lugar de los hábitos en los que estábamos inmersos.
- ¿ Quieres dar un paseo ?-
No hizo falta decir nada. Nuevamente me besó y salimos de aquel lugar.
- Tengo tiempo libre para mi...¿ Quieres ir a algún lado en especial ?-
Las dudas me poseyeron de la misma forma que lo hicieron cuando estuve con ella en aquella comida de empresa. Estaba tensón ante su pregunta. Ella lo notó y quiso calmarme: - Espero no incomodarte con mi sinceridad. Siempre me quedaba diciendo como serías actuando de amante -
   - La verdad que dispongo de todo el tiempo posible. Si quiero ir contigo a donde a ti te apetezca y pasar a tu lado esas horas que te queda por estar aquí -.

   La habitación era fría, poco alentadora para una mañana de amor. Las palabras dejaron de ser intensas. La seducción a la que estaba siendo sometido me desbordaba y me hacía pensar en mi mujer y que de ese modo le pagaría con su propia moneda... pero no podía echarme atrás pensando. Mi mujer me había puesto unos cuernos grandísimos, ella había gozado y sepa Dios, cuántas veces lo habría hecho y con cuántos hombres. Yo llevaba un tiempo que ni masturbarme me apetecía. Allí a mi lado, tenía a una diosa de la belleza que me reclamaba el sexo que antes no pudimos disfrutar.
   Al ir desnudándose, su piel parecía más bonita. Su cuerpo era un campo de flores en el que bañarse con un aroma de pureza inigualable. Cuando se quitó el sujetador, ya  el descontrol me pudo y me abalancé hacia ella besándola apasionadamente. Cada beso me desahogaba del tiempo pasado y de lo presenciado en casa. Sólo quería disfrutar de su cuerpo, de su amor, del encuentro...perseguir a cada instante las emociones sexuales más pasionales posibles.
   Encima de mi, sus movimientos eran un reclamo al gusto. Nos adentrábamos en lo prohibido de los juegos sexuales y nos gustaba estar uno cerca del otro. Ambos eramos sometidos a ansiosos deseos. Nuestra consigna era conseguir la extenuación más suculenta que pueden dar dos cuerpos que se involucran en el sexo más apetitoso. Cada vez que lamía sus pezones me llenaba del fuego de su interior. Las caricias en sus pechos me hacían entrar en una fusión sabrosa de la cual no quería separarme.
    Los movimientos llevaban a disfrutar de una variedad de posiciones; el mismo placer alcanzábamos al penetrarla por detrás que haciendo un 69. Los gemidos se esparcían por la habitación cuando metía mis dedos en su vagina y ella me masturbaba mientras nos besábamos acaloradamente. Su vagina empapada en ese baño de excitación me volvía loco...no podía parar de darle más intensidad; quería que se corriese. De la misma manera, ella me sometía a una masturbación delirante y de mis genitales subía tan agradables sensaciones que no se podían describir.
   Antes de volver a introducir mi pene en su vagina, lo movía por sus labios vaginales. Me miraba con satisfacción. Su lengua relamía los labios en una actitud de lo más estimulante. En sus ojos veía los espasmos sensuales que albergaba su cuerpo...era una fuente lujuriosa y yo quería beber de aquel agua que salía por su vagina. Comencé a lamerle su clítoris y más cachonda se iba poniendo. Se derrumbaba ante lo que le hacía y más gusto consiguió cuando la puse a cuatro patas y metí mi pene en su ano. Su chillido fue delicioso...más ímpetu puse en mi movimiento hasta que ya los gemidos se convirtieron en gritos apasionados. Cada vez más fuertes salían de su boca y me susurraba que no me detuviese.
- ¡ Sigue, sigue, que me viene un orgasmo maravilloso !-
Me echaba encima de ella para así tocarle sus pezones y que entrase en mas éxtasis aún. Le encantaba que le tocase las tetas ya que disfrutaba de ese momento. Sin más contemplaciones, la penetré por su vagina. Las envestidas nos llevaron a una respiración desorbitada y cuánto más rápido la follaba, más cerca estaba mi semen de salir.
-¡ Córrete dentro de mi !-
Así lo hice. Mis suspiros eran intensivos lo que me llevó a desfallecer momentáneamente. Fue cuando mi pene salió de su sexo. Mi semen lo notaba caliente y se lo restregaba por su vagina. Ella se tocaba....le metí, de nuevo, mi polla, aunque, los movimientos no eran tan impulsivos pero le sirvió para encontrar el orgasmo que había buscado desde que le dijeron que me encontraba mal y me había ido a casa.
   En aquella cama quedamos convulsionados por la explosión sexual que habíamos degustado. La miraba y más bonita me parecía.
- ¡ Debemos irnos porque mi tren sale pronto !-
En la estación nos despedimos. No quisiera que se fuese ido, pero su sitio ya no estaba en esta ciudad. Con un guiño me dijo que la próxima vez sería mucho mejor...Vi marcharse el tren, mi sonrisa me decía que estaba contento por lo vivido.
   La tarde iba menguando y me apetecía tomar una copa. Quería saborear yo sólo el encuentro con aquella mujer que antes había sido maravillosa por su amabilidad y amistad, y ahora, porque me había dado unas horas sublimes tanto de amor como de conversación.


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