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lunes, 7 de octubre de 2013

Mal destino - y III -

   Los destellos de la noche no se hizo esperar. Apareció mientras mis pasos iban dispuestos hacia un hogar donde nada encontraba, pues el calor de la mujer a la que amaba ya se había deteriorado. Pasaron algunos días desde el encuentro con mi compañera de trabajo y había trascurrido como un mes desde que vi a mi esposa gozando con su amante en mi cama. La convivencia iba por unos cauces que nombre no tenía. Ella seguía durmiendo en la cama matrimonial pero yo no podía dormir con ella. A cada momento la veía haciendo el amor con aquel joven y así decidí irme a otra habitación hasta ver en lo que quedaba nuestra relación.
   Con paso firme andaba por la calle solitaria. Todo el cielo gris lo llevaba en mi espalda aunque llegando a mi casa, la negativa me hacía deteriorar mis pasos y casi prefería irme a tomar una copa....El razonamiento correcto me hacía ver que lo mejor era afrontar la realidad. Una ducha, una cena rápida y a la cama o un rato con el ordenador hasta que el sueño me llevase a dormir. Mi mayor propósito era no hablar mucho con ella , aunque, ahora yo había hecho igual como si le fuese devuelto la moneda. Nuestro estado había llegado a tal extremo que nada era razonable en nuestra relación.
   Al entrar a casa, el pensamiento me llevaba a aquel día que la vi retozando como una concubina. El saludo no se lo negué mientras se dirigía a la cocina. Mis ojos se quedaron con un enardecimiento desmesurado. No sabía si habría estado con alguien o es que había salido fuera, pero estaba con una belleza como hacia tiempo no la había visto. Estaba arreglada con una hermosura desequilibrante. De pronto, me abordaron las ganas de besarla, de acariciar sus pechos e incluso de alzar su falda y hacer el amor con ella. Sin pretenderlo quizás, me había seducido y mi corazón estaba conmocionado por el resurgir al que estaba sometido.
-¡ Hoy te veo muy guapa !- ¿ Has salido ?
    Tal vez la pregunta sobraba...igual había metido la pata. Sin furor se giró y dulcemente dijo que había salido a pasear con su amiga. Más tarde se encontraron con su madre y estuvieron almorzando juntas ya que llevaban mucho tiempo sin coincidir las tres. Sus palabras no fueron ofensivas y si de una ternura como pasaba en otro tiempo. Aquellas palabras fueron el comienzo de mis dudas y pensaba en que todo era una falsa...en ese instante sonó el teléfono.
-¡ Deja, yo lo cojo !-
La suegra comenzó con su discurso gratificante hacia mi y me hizo tranquilizar cuando dijo que mañana a ver si podía acompañarla de nuevo como en esta ocasión porque debía ir al médico y así lo pasarían también como en este día....
-¡ Es tu madre. Quiere hablarte !-
Con gesto sonriente le entregué el teléfono marchándome hacia la cocina. Mi estado corporal rebosaba satisfacción por saber que no había estado con ningún hombre. A su regreso, la mesa estaba puesta y todo dispuesto para sentarnos a cenar. Una sonrisa se produjo en su boca. Estaba sorprendida aunque no sabía que había sucedido ni que había hablado con su madre...tampoco pregunto y cenamos cordialmente como no lo habíamos hecho en días. Le ayudé a fregar los platos pero siempre mostrando mi sonrisa e incluso dedicándole palabras dedicadas a su belleza.
   En un momento me detuve a contemplarla en toda su hermosura y no aguanté más mi deseo por besarla. Al principio se mostraba sorprendida. Se dejó llevar e intercambiamos besos como cuando eramos un sólo corazón pleno de amor. Mi resistencia se fue debilitando hasta tal punto que metí mi mano entre sus piernas. Ella lo aceptó con deseo. Sus palabras sonaron en mi oído muy fraternizadoras. La calentura sexual iba aumentando cuando, ahora, ella metía su mano en mi bragueta y me sacaba mi pene con la consiguiente acción marturbatoria. Cada movimiento que propinaba en mi miembro hacia que engrandeciese. Mientras, yo no paraba de tocarle su clítoris y la vagina. A cada segundo estaba más humedecida y más ganas me daba de seguir en la acción que me encontraba. Por un instante nos detuvimos, nos miramos y comprendimos que sería la noche donde íbamos a disfrutar del amor, del sexo o de lo que fuese pero no nos íbamos a separar ya iniciado aquel suculento juego de amor.
   La puse sobre la mesa, eché su falda hacia atrás y mientras la miraba, le bajé el tanga muy suculentamente. Los ojos hablaban de sexo, de pasión, de frenesí y del calor interior a la que estaban sometidos los cuerpos. Mi boca fue a parar a sus ingles. Las caricias con mi lengua en sus muslos la hacían cerrar los ojos y disfrutar del estremecimiento. Las ansias le podía, al igual que a mi y con sus manos en mi cabeza apretaba como si no quisiese que me separase de su entrepierna. Poco a poco fui subiendo el deslizamiento de mi lengua hacia su coño que aparecía con una hermosura persuasora. Con mis dedos abrí sus labios vaginales. Metí mi lengua dentro buscando el clítoris que me llamaba para ser avivado en el placer más profundo. La excitación nos llenaba a ambos ya que mientras mi boca permanecía en su vagina, me iba masturbando para ir alcanzando los mismos estímulos que yo le administraba a ella.
-¡ Quiero que me folles aquí mismo !-
   Aquella voz se clavó en mi alma. La insinuación había que corresponderla inmediatamente...ahora, mi boca cargada de besos iba sumiendo por su vientre, al mismo tiempo, que mis manos se posaban en sus pechos. Cuando mis labios llegaron a los senos, toda su belleza me esperaba con plena desnudez. Los pezones al recibir el contacto de mi lengua enardecieron elevándose. A la misma vez, que mi lengua jugueteaba con un pezón, mi mano tocaba el otro pecho descubierto. Tras unos momentos lamiendo su cuerpo, mi boca fue hacia su boca. Ahora las lenguas se fundían en un beso interminable. El gusto nos corría por la piel que comenzaba a llenarse de un rocío sudoroso fruto de la intensidad del amor nocturno. Me detuve un segundo para contemplarla y descubrir la belleza que atesoraba. De nuevo mi dedicación iba en dos caminos, uno hacia su boca y otro hacia su húmeda vagina. Un suspiro intenso la llevó a sentir dentro mi pene. Engrandecido se abría paso hasta lo más hondo de su coño. De los suspiros fue pasando a los minuciosos gemidos que, a cada vaivén que le propinaba, se iban intensificando. La convulsión le abrasaba aunque pedía más y más. Era una fuente de lujuria cuya voracidad no tenía límites. Quería ser follada salvajemente pero también con la ternura más sublime.
   Abierta de piernas, mi pene se introducía con ritmo frenético. Para hacerle llegar a ese orgasmo delicioso, comencé con mi pulgar a excitarle su clítoris. Eso lo acogió con mucho agradecimiento pues un grito lo confirmó. Su cuerpo doblegado a la pasión que le iba recorriendo por cada rincón de su interior, se sentía con una agitación maravillosa. Estaba tentada por  la penetración y por las caricias...efectos agonizantes que la tenían en la cúspide del clímax sexual.
- ¡ Mi amor, quiero follarte por detrás !-
   Su cuerpo se giró y aquel trasero se contoneaban esperando ser embestido con furia y pasión. Su movimiento inicial me hacía estremecerme completamente. Me entregaba a lo que me daba y no quería separarme de aquel cuerpo que tanto había deseado y al que tanto adoraba. De su movimiento pasamos a que yo me moviese con más plenitud hasta que mi pene estuviese dentro completamente. Su dominación me hacía entregarme en un arrebato desbocado. Me echaba encima de ella, me agarraba de sus hombros para así metersela hasta el final y que sus gemidos se hicieran más intensos. El gusto me iba llegando y así se lo hice saber.
- ¡ No te detengas. Quiero que te corras dentro de mi !-
   La inducción me hizo cogerla de la cintura y con fiereza penetrarla. Si sus lamentos eran placenteros, mi jadeos se aceleraban...la culminación estaba cercana. Mi pene lo notaba encendido en placer y a punto de expulsar todo el semen contenido de varios días sin hacer nada. La consumación aconteció con un sabor delicioso.
-¡ Me corrooooo !-
   Unos instantes recibió mi semen en su coñito pero se giró y puso su boca en mi pene. Cada mamada era una expulsión más de líquido seminal. Estaba debilitado en aquel momento, aunque, no desfallecería completamente. La subía a la mesa, abrí sus piernas y comencé a lamer nuevamente su coño lleno de humedad y con una disposición integra para estar toda la noche follando sin parar. Entre mi lengua y mis dedos la embaucaron en una desintegración vibrante que le recorría cada palmo de su piel. Con intensidad la penetraba. Su agitación le hacía temblar hasta que ya no pudo contenerse más....Cerró sus piernas y en el quejido se quedo con los ojos cerrados. No mencionaba palabra alguna. Soplaba como deseando que el placer llenase todo lo que la rodeaba. Abatida abrió los ojos; sonriente se mostró y sus palabras avivaron el silencio: - ¡ Eres el hombre que más feliz me ha hecho !-
   Guiado por su mano llegamos a la cama. A cada paso de las horas la entrega era total...unas veces hacíamos el amor con ternura, otras la lujuria nos llevaba a la feroz seducción, otras nos mirábamos y entregados a un abrazo nos guiábamos por los sentidos y el apetito sexual...La noche transcurrió como el brillo en los ojos de unos enamorados. Exhaustos quedamos en un profundo sueño. Ninguno de los dos habíamos previsto que la noche transcurriese de esa manera. Todo había surgido de la nada y el placer nos había vuelto a unir.
   Cuando los ojos de ella recibió unos fuertes rayos de luz, lo primero que quiso  fue encontrarse en un beso con mis labios... sólo encontró el vacío en la cama. Con desesperación buscó por la casa. Al volver a la cama si halló una carta con mis palabras de despedida. Hacer el amor con ella había sido lo más bonito de la despedida. La convivencia no iba a mejorar por haber estado follando. Ya nada teníamos que decirnos. En la carta iba también mi sinceridad, le mostraba que la había traicionado después de lo visto con aquel joven. No se lo decía para hacerla sufrir sino para que notase que ya no seríamos los mismos. Además, no podía quitarme la visión de aquel joven acariciando su cuerpo y dándole un placer inmenso. Mi traición había sido con aquella amiga del trabajo que le había presentado en alguna fiesta.
   No deseaba que me buscase pues me iba a tomar unas vacaciones para desconectar de todo. Solitario vagaría un tiempo para encajar cada pieza de mi vida en su lugar. A mi regreso pasaría por mi equipaje y a solucionar los papeles del divorcio.  Mis letras no significaban un hasta nunca sino un hasta pronto y quedar como dos personas que se quieren pero que no pueden convivir....al final mi despedida era : " te quiero, mi pequeño colibrí...siempre estarás en mi ".

1 comentario:

  1. Cuando uno de los dos es infiel, jamas en la vida de pareja podra volver a ser igual, por mucho que lo intentes no funciona

    Buen relato, muy excitante, la escena de la mesa es de lo mas lujuriosa, tienes una pluma de oro en tus manos cielo

    besos

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