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lunes, 18 de febrero de 2013

Sin deseos de ver pasar el tiempo.

Concentrada en la desnudez de aquel sujeto que estaba frente a ella, se sentía intrigada por cuánto fuese a hacer y cómo se lo haría...la incertidumbre le corría por su cuerpo, era poseída por el desconocimiento y eso la cubría de sensaciones misteriosas desde los pies a la cabeza. Cada sensación delineaba por su contorno y se sentía acogida por placeres indescriptibles.
Su pecho ancho, musculoso, con un abdomen que se diría perfecto...su piel suave, digna de un profesional del sexo pues estaba curtida en la sensibilidad. Su tacto tibio como la seda...tenía a todo un sex-symbol delante y no podía perder la ocasión de disfrutar de aquel regalo de la vida. Aquel hombre del cual no sabía nada era una alegoría sexual. Intentaría disfrutarlo al máximo. Ese era su objetivo y su deseo.
Cerró los ojos tras unas preliminares caricias. En su cuerpo notó unas manos fuertes. Tomó un sorbo de aire e inhaló profundamente el aroma que desprendía aquel torso desnudo digno de los pintores más afamados del renacimiento. Sus manos se deslizaban por su cintura. Descendía dócilmente llevándola a una agitación de todo su interior. Tocaba sus caderas...se sentía seducida completamente y en posesión de esa emoción plena.
Quería liberar la timidez que la había sobrecogido por la magnitud de la belleza que tenía delante. Aquel miembro erecto la estaba llevando a pensamientos inmorales, lujuriosos y no se jactaba de pensar en lo que sería cuando la sintiese dentro de su vagina.
Noto como por el escote de su vestido unos dedos atrevidos recorrían ese valle de placer entre sus pechos. Estaba hipnotizada por aquella mirada que la iba conduciendo a una respiración irregular fruto de las alteraciones que la iban abordando. Sus ojos parpadeando eran como una llamada, le ardía las mejillas y percibía los primeros síntomas de la excitación en su entrepierna.
Lentamente fue desabrochando el vestido hasta hacerlo desaparecer de su cuerpo. Sólo le quedó el tanga que ocultaba la mayor de sus intimidades. Una intimidad que explosionaba de gusto. El temblor la sobrecogía y así lo expresaba su piel al erizarse todo el bello de su cuerpo. Su reacción fue cubrirse los pechos.  Aquel diestro amante le paró su acción. Bajo las manos con ternura y sus ojos contemplaron aquellos senos que se le brindaban en todo su esplendor. A ella le acogió el pudor, lo que provocó que sus pezones se irguiesen más. Estaban duros, listos para ser chupados y conducir a su dueña a los placeres más agradaciados en lo referente al sexo.
En la perdida de la noción del tiempo, y con las miradas a los ojos del hombre que tenía enfrente, no se percató de que ese seductor hombre se inclinó para deslizar su boca hacia sus pechos y comenzar a lo requerido en el pensamiento de ella. Estaba comenzando a chupar sus pezones. Succionaba los pechos, los lamía y provocaba un delirio alarmante. Perdía contacto con la realidad a cada chupetón pero estaba en un momento que nada era comparable. Sufría de placer. Le recorría la más grata de las emociones y en su vagina notaba los primeros espasmos con la humedad que iba alcanzando.
A cada mordisco de los pezones, el estremecimiento iba aflorando. Tras jugar un rato con la dureza de sus pezones y el sucesivo manoseo en los pechos, se alzó hasta ponerse frente a frente con ella. Su aliento la sumergía en un delirante estado. El roce de sus labios la llevó a entregarse plenamente a un beso interminable. Era todo tan especial que no deseaba que pasase el tiempo.

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