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sábado, 17 de noviembre de 2012

Buscando complacerse en la mañana - y III -

Ahora su mirada era pura insinuación. Se perdía en los ojos de su compañera al entrar en el baño. Estaban desnudas y sus cuerpos se acaramelaban en un intenso abrazo. Sus pezones estaban erguidos como incitando a que su boca los lamiese.
De pronto el agua la despertó de su ensueño, aunque no podía dejar de contemplar la hermosura de aquel amor que había encontrado hacía tan poco tiempo. Deseaba permanecer con ella a cada momento, quería poseerla, degustar todo su cuerpo en un abrazo que no tuviese fin.
   En el esbozo de una sonrisa, se le notaba la satisfacción a la que había sucumbido y la atracción física y moral que le provocaba estar con ella. Ella la protegía, la cuidaba, la mimaba...era la fortaleza que le hacía vivir.
Había venido a recogerla para que fuese su compañía en la mañana. Su voluntad era pasear juntas por el soleado día. Tal circunstancia la llenaba de amor puesto que daba un significado que no sólo pretendía el sexo cotidiano sino compartir todos los instantes del día.

- ¡ Me frotas la espalda y luego yo te ayudo !-

Sus palabras fueron como un eco. Le sonaron muy lejos porque ella estaba fascinada por aquella piel que hoy la veía más linda que días pasados.
Mientras posaba su mirada en aquel cuerpo espléndido, pensaba cuantas cosas desearía hacer a la vez. Ser un rocío de besos cada mañana era su deseo; ser la claridad del día y el ocaso del sol . Ser la respiración en la fatiga y su calma en la relajación...quería darle todos sus suspiros y amarla hasta el fin de los días. Había encontrado estabilidad en su vida a su lado. Ya precisaba ser una mujer centrada en su forma de pensar y no perderse en las camas de las conquistas nocturnas.
    Sus dedos se deslizaron con mimo por la espalda cubriéndola de una caricia interminable. La espuma se mezclaba entre sus manos. Bajaban hasta su cintura, se deslizaban hasta su entrepierna y llegaba hasta sus muslos...  Estas le servían de esponja. Su compañera no decía nada . El contacto con aquella piel le proyectaba en su interior un profundo calor. Le ardían las ganas de hacer el amor en el baño. No quería marcharse a ningún lado y si estar con ella para que nadie pudiese contemplar el aura angelical de aquella diosa de amor que era su equilibrio emocional.
Con ella deseaba jugar a los todos los juegos sexuales posibles. Alcanzar los orgasmos más delirantes que las llevasen hasta un prolongado frenesí. La mutua atracción las llevaría a caer rendidas en la cama. Anhelaba suministrarle todo el placer más dulce hasta conducirla a la agotamiento amoroso más alocado . Su empeño continuo era besarla, mostrarle que era la única que la quería de verdad... En su pensamiento se desvivía por ella. Estaba enamorada. El roce de ambos cuerpos le producía un descontrol con la subsiguiente pasión desorbitada.
Sentía celos hasta del agua que le corría por su espalda . No podía dejar de observarla porque estaba rendida a los encantos de su finura corporal.
La chica se giró. Su cuerpo ya no tenía espuma.
   Había pasado el tiempo y apenas lo había percibido. Se había perdido en el pensamiento de cuantas cosas haría con la sutileza de aquella preciosa mujer.

- ¡ Gira ese cuerpo tan maravilloso cariño, ahora te toca a ti. Quiero que seas la mujer mejor perfumada que pasea por la calle !-

Estaba siendo guiada a una grata expansión emotiva. Ahora las suaves manos de su pareja eran las que le propinaba un gusto muy placentero. Se deslizan por su cuello. Recorrían la cara.

-¡ No habrás la boca, te colará espuma. No es hora de hacer el amor y si irnos a pasear !-

A pesar de sus palabras, la besó.Una consternación la envolvió en un agasajo impresionante. Estaba entregada a cuanto quisiera hacerle. Su cuerpo estaba bañado en un halago con cada masaje que daba con la esponja y las manos tiernas como la piel de melocotón  Si por ella fuese sido no se irían a ningún lado. No podía contenerse y la miraba. En sus ojos se reflejaba tu deseo. Aquellos ojos sensuales se brindaban a un encuentro sexual antes de salir a la calle. El cuerpo le ardía.

- ¡ Mi amor, no me pongas ojitos, ni humedezcas tus labios ni te contonees cuando mis manos tocan tu trasero ni tu vagina. A nuestra vuelta haremos lo que desees. Tengo que hacer algunos recados y nos corre prisa !.

Después de las palabras que salieron por su boca, notó que había que irse rápido. Iba conociendo a aquella chica y no era persona de repetir mucho las cosas. Cuando tomaba una decisión, revocarlas era contradecirle y eso ya no le gustaba siempre que no tuviesen un sentido. Sus ganas de fornicar podían esperar a la vuelta.
   Unas vez vestidas se dispusieron a pasar un maravilloso día en la calle aunque ella deseaba que pasase cuanto antes mejor para sucumbir a los encantos de su dama cuando llegase la noche...

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