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lunes, 21 de enero de 2013

caricias y amor...y II

   Ella empujaba. Todo su cuerpo quería absorber el calor que desprendía aquel cuerpo adorable que estaba  bajo su desnudes. Sus manos recorrían su pecho. Estaban calientes , aunque se diría que su estado era un volcán en erupción. La sucesión de posturas fue aconteciendo para así ir aliviándose de la intensidad infringida en cada posición. Las acometidas del hombre buscaban ir estremeciendo lentamente todas las partes que no habían alcanzado alterarse, aunque se podían decir que eran pocas. Atizaba el fuego interno de tal manera que tenía entregada a aquella fuente de placer; todo lo requerido le era complacido. Su belleza aumentaba con el paso de los segundos...estaba alcanzando una plenitud subliminal consecuencia de las frenéticas penetraciones, la ternura en las caricias y la maestría en la forma de besar.
   Su río emocional se intensificaba y la sangre le hervía en las venas. El cuerpo de ella recibía un gusto exacerbado, delirante, pleno. La humedad le iba cubriendo toda la textura de su vagina. Quería más, mucho más y así se lo hacía saber a aquel hombre entregado. Cada movimiento del pene masculino hacia adentro la llevaba a los gemidos más alarmantes. Las convulsiones le sacudían desde el interior de la vagina hacia afuera expandiéndose por toda su piel. No se contenía. Gritaba con una sensualidad que era un foco sexual activo en el acto amoroso. Se retorcía tocando sus pechos y llevando sus manos hacia su cabeza para acariciar su pelo.
Poco a poco fue vislumbrando como él posicionaba su boca en sus pechos. Tocar sus pezones le provocaba un arrebatador escalofrío  Era un chorro incesante de estímulos y más cuando la boca fue lamiendo todo el alrededor de los pezones. No se detuvo en esa parte de su desnudo cuerpo sino que pausadamente iba a la búsqueda de su cueva de amor. Sus dedos propinaban un intenso masaje por su espalda abajo hasta llegar a su sexo humedecido. Fue ese instante cuando su respiración se volvió entrecortada. Discurría frecuencia emotivas por todos los músculos. Ella agarró su cabeza y sin más llevó la boca del hombre a su clítoris que lo esperaba para ser lamido, chupado y cuanto quisiera hacer con aquella mano que deambulaba por su entrepierna.
   El contenía sus jadeos besando aquella ardiente vagina. Aquel olor, aquella fragancia corporal lo excitaba. Suspiraba de deseo. Levantaba la cabeza y miraba las expresiones que alcanzaba aquella maravillosa cara femenina. Unos gestos que lo volvían a conducir a seguir provocando más placer a su dama de noche. Cuanto más intensidad daba a la penetración por parte de los dedos, ella hacía más fuertes los suspiros; el estado que la acogía la conducía a un delirio maravilloso y no quería que acabase. Ya no era sólo un dedo sino que notaba como dos dedos le abrían los músculos vaginales. Era fulminada en toda regla por unos incipientes dedos que querían llegar a hacer que la mujer alcanzase un ansiado orgasmo. Los contoneos, los gestos y los espasmos sexuales le provocaban alcanzar un gusto anhelado. Ahora si percibía el caudal orgasmico. La sumisión la desbordaba y la lava del placer le salía a borbotones. La convulsión afloraba y no podía contenerse más. Su cuerpo estaba caliente, le ardía su vagina, su clítoris era un manantial de líquido fluido del interior de su sexo.
   De su boca salió un grito fruto de la satisfacción alcanzada. Quedó abrazando la cabeza de su acompañante dando rubrica al placer que le recorría todo el cuerpo. Había conseguido un orgasmo pleno y se sentía como si volase por el cielo del amor.

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