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sábado, 15 de noviembre de 2014

Un fuego que se ha aletargado.

Pregunto a la noche dónde se halla ese fuego que tus palabras predicaban. El silencio mudo se muestra, ya no escucha los suspiros que de tu cuerpo salían cuando llegabas al orgasmo. La pasión se desintegra con el paso del tiempo y yo, anhelante de un placer desconocido, no siento las enseñanzas sexuales que escuchaba por comentarios de bocas secundarias.
Al calor de unas sábanas calurosas he apreciado la llamada del deseo. Las ganas han inflamado las venas de mi cuerpo y mi sangre era estímulos que engrandecían mi miembro. El acercamiento era una incitación al contacto más íntimo. Las caricias propinadas querían hacer emerger ese fuego pasional que habita en tu interior y que se estaba apagando con el transcurso del tiempo. A pesar del continuo frotamiento en tu entrepierna, sólo he notado leves estremecimientos y un rechazo que ha sido como flechas que propinan la muerte.
Noto como la frialdad cubre tus ojos, se hace extensión en tus caricias y congela el amor. Tus manos se han convertido en puro hielo y en mi desnudes percibo una aflicción que desintegra todas las sensaciones de un principio. Ya tus pezones no me buscan, tu vagina no se muestra humedecida fruto de el sólo contemplarme. Ya tus besos parecen como un regalo que no llegan a enardecer mi corazón...
La madrugada pasa con el silencio de la mano. Quisiera masturbarme y saciar así mis ganas de placer...¡ ya ni eso se me hace cercano !
A cada momento te busco con esos leves pellizco en los pezones, con tiernas cachetadas que hagan cubrirte de emociones sexuales. Busco tus labios para que los besos alienten a ese fuego que permanece aletargado y hagamos el amor hasta que logremos descargarnos de las retenciones acumuladas.
Nada sabe igual sin tu acompañamiento. Días pasados, la tensión cubría mente y cuerpo en mi persona. El fuego se deslizaba por mi piel. El calor me delataba...quería hacer el amor, pero sólo hallé el rechazo de tus manos y el giro de un cuerpo que ambicionaba. La turbación hizo que las ganas de ir al baño apareciesen. Sólo era ir al servicio y volver rápidamente para intentar conciliar un sueño que no me apetecía. Acabado mi acto en el baño, la erección continuaba...en aquel momento si que me atacó ese ansia sexual que hace despertar todas las neuronas sensitivas del cuerpo. Sin pensarlo dos veces, comencé a masturbarme. Al principio, mi acción me llevaba a un pensamiento vano, sin sentido, pues, en la cama tenía a una diosa maravillosa con la que deseaba follar. Con el avanzado acto el gusto iba apareciendo. La excitación erizaba cada pelo de mi piel. Estaba adentrándome en el camino más placentero y ese mismo efecto codiciaba tenerlo yo mismo en la cama y transmitirlo a tu interior para que así saliese ese fuego del que tanto había oído hablar. La continuación condujo al entusiasmo. El gozo se hacía presente...notaba como el semen iba llegando a la punta de mi pene para ser expulsado como la lava de un volcán. Con un suspiro quedé complacido. Todo aquel semen esparcido se lo llevaría el agua cuando me apetecía expandirlo por tu cuerpo o ver la cara de satisfacción al ser engullido por tu boca.
Concluido mi acto, el regreso a la cama fue sin sabor. Nada me había quedado. La descarga seminal había significado un impulso solamente, y, una vez concluido, poco valor había alcanzado. Mis pretensiones no habían sido complacidas y lo ambicionado no lo había abrazado.
Tu sueño seguía profundo, profundo como el fuego que ya ni espero. El sexo se había evaporado y nuevamente la decepción se interiorizaba. Ese fuego incitador se lo llevaría el pasado. El pensamiento se desborda y pregunto a la noche qué hacer para que ese calor pasional salga de tu cuerpo.

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