He encontrado el frío en esta madrugada silenciosa. Cada estremecimiento me recordaba los sinsabores de lo vivido en la tarde anterior cuando desavenencias nos ha puesto enfrente al paredón de la distancia. Necesitaba tu cariño, tu aliento, tu cuerpo y los besos tan conciliadores...necesitaba ese amor que nos ha unido largo tiempo. Un amor convertido en sexo que nos llevase al cielo del placer. Mientras tocaba tu piel mi erección ha ido en aumento. En mi pensamiento estaba que con la unirnos hacia un camino cargado de fantasías sexuales lograríamos llegar a la comprensión de lo sucedido y volveríamos a ser un caudal que no encuentra obstáculos.
Tu cuerpo estaba encendido en un fuego que mi mano incansable notaba. Cada roce de tu piel era una alteración en mi pene. Tenía ganas de saciar este largo tiempo sin fusionarnos en un coito apetitoso. En las caricias a tus pechos quería hallar esas sensaciones apetitosas que nos hizo encontrarnos la primera vez. Esos pezones erectos me excitan de manera incontrolable. Son tan grandes que me pasaría chupándolos a cada momento de las horas que marcan el día. Percibo que si yo logro una excitación amplia, tu logras alteración extrema...sé por tus palabras que cuando mi lengua roza esos pezones sufres un descontrol rotundo lo que te lleva a un estado embriagador del cual no quieres salir. Mi mano no cesaba en su empeño...deseaba tanto esos pechos que no entendía tu rechazo. Notaba el fuego en tu cuerpo y quería adentrarme contigo en el amor; así lograría calmar mi sed de pasión y derrotar al frío que iba posicionándose en mi piel.
Cada rechazo de tus manos me consternaba. Era volver a la negación de tantos momentos, era como volver a la soledad de una fría cama sin nadie a mi lado. No comprendía la repulsa y en mi mente salía a relucir aquellas palabras que tanto había escuchado : - mi madre siempre ha sido muy fogosa y le ha gustado follar -. Cada palabra era una puñalada en mi autoestima y, por más que intentaba comprender la situación, nada me hacía entender el comportamiento de aquel fuego que estaba a mi lado.
Sin cesar en mi dedicación, mi mano ha recorrido su cuerpo con dirección hacia su entrepierna. Mis dedos han rozado su braguita...lentamente las caricias eran un estimulo en mi interior con el logro de la excitación con la caricia de sus pechos. En su vagina he logrado el placer tanto con mi pene como con mi lengua. Verla en una excitación plena era una satisfacción inigualable. Cada gemido hacia alterar mi sangre, cada explosión de placer con sus consecuentes gestos me llevaban a poner más impetud en lo que le suministraba. Con sus manos sobre mi cabeza rechazaba cualquier movimiento de ésta para mirarla y contemplar su cara llena de gestos morbosos. Mi empeño la llevaba al cielo de los placeres...estaba alcanzando esas estrellas que tanto me gustaba decirle y ella comprendía a qué me refería inmediatamente. Cuando ya no podía contener más tanto mi lengua incansable en su clítoris y unos dedos que no dejaban de penetrarla, su excitación ha alcanzado el orgasmo deseado. Esa sensación tan maravillosa en su rostro me satisfacía plenamente. Si ella había alcanzado la esencia del sexo, yo estaba encantado con los estremecimientos que había logrado mi amada al hacer el amor. Aquel líquido que salía por su clítoris llenaba toda su vagina...era un gozo restregarle lo producido en su adentro y que era la culminación de tanta agitación en su cuerpo.
Las caricias en su entrepierna llevaban ese entusiasmo en esta noche fría. Al igual que quería propinarle el máximo frenesí a su cuerpo, quería yo calmar la necesidad del mío. Tanto tiempo sin sexo atormentaba a mi mente y no lograba entender su posición cuando en el día nos comíamos a besos y las caricias manifiestas nos llevaban a un extremo muy conciliador...presentía que al llegar la noche el sexo nos fusionaría a ambos, tanto ella como yo alcanzaríamos el placer en la masturbación, en los besos, en las caricias y en la penetración con la eyaculación que nos conmovía a los dos.
Sin embargo, el rechazo fue el mismo que tantas noches. Su profundo sueño era una evasión de lo propuesto por mis manos, mis deseos.
Aquella noche sería como las anteriores y la masturbación no me consolaba. El amor, el placer y la excitación es cosa de dos y a mi lado encontraba una fogosidad que se había apagado con la tranquilidad en su cuerpo y mente.
No concebía lo que ocurría, no lograba entender y no sabía hasta cuando duraría sus reacciones a las caricias de mis manos.
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