Llegado el día 31 de diciembre. Quedamos para disfrutar de los acontecimientos típicos de la marcha del año viejo y entrada de un nuevo año. Tras la celebración con las uvas y el champán, lo siguiente era los correspondientes besos pasados los segundos previos de un año que se deseaba fuese algo mejor que el que se había ido...después de los saludos, quedaba disfrutar de la noche. Por todo el pueblo había fiestas y, aunque, algún pub estaba abierto, no había la diversión que se esperaba.
Nos invitaron a una fiesta de amigo míos y allí asistimos...después, nos acercamos a otra de los amigos de ella. La noche fue transcurriendo entre bailes, cantes...tomar copas y disfrutar de aquel día tan señalado en el calendario. El acercamiento nos llevaba a querer algo más. Aunque cada uno estaba en su diversión, siempre había ojos que controlaban la situación. De allí podía salir muchas habladurías, a mi no me preocupaba pues me iría al pasar día de Reyes, peor situación sería para ella por quedarse allí en el pueblo soportando las cosas que se podían decir.... la imaginación volaría , aunque, no dirían nada de lo que no hubiese pasado.
Como pasando inadvertidos, salimos a una terraza grande que daba a un patio. La verdad que hacía frío, pero más calor llevaba en mi cuerpo y quería transmitírselo. La terraza nos llevaba a un pasillo con habitaciones. Como un regalo del cielo, nos adentramos en la última. Allí solos estaríamos. Su timidez y el peligro de ser pillados in fraganti tenía en tensión su pensamiento. Le besaba los ojos, sus labios, sus mejillas...su cuello. Mis caricias la incitaban a que la tranquilidad fuese recorriendo su cuerpo. Le decía que nadie pensaría en nosotros o que se imaginarían que estaríamos follando, así que, nosotros debíamos disfrutar el momento.
Los besos fueron ahuyentando al miedo. A la intensidad, se unía la dulzura. Los juegos bucales daban un calor reciproco al unirse nuestras lengua e ingerir en los deseos mutuos. Tanto mis caricias como las de ella iban con dirección a nuestros sexos. Una vez dejó al descubierto mi pene, la incité a que me lo chupase. Sus movimientos me producían un gusto increíble... la tuve que detener porque me corría antes de empezar. Su dedicación era máxima.
-¡ Calma, cariño, queda mucha noche! -
Mis besos le llegaban a su cuello...tal era el furor que tenía que le propiné un bocado. El mordisco la llevó a gritar con pasión...me miró y más frenesí había en sus ojos. Con su mirada firme, comenzó a quitar los botones de mi camisa y dejar mi pecho al aire. Me chupaba mis pezones, los pellizcaba y, al igual que hice yo con ella, me mordió en mi cuello. Fue ese instante que la llevé a una pared. Mis manos se abrían paso entre su vestido buscando su sexo. Llegado a su entrepierna, mis dedos fueron rozando aquel tanga que humedecido iba apareciendo. Sin das más tregua, se lo quité y me incliné ante ella. Mi lengua recorría su abertura sexual, era un gozo chupar aquel coño tan maravilloso. Su olor me seducía y era como una llamada a la posesión inmediata.
Entre mis dedos, que entraban y salían, y mi lengua que alteraba a su clítoris, fue acumulando un calor intrigante y que le hacía entrar en un estado gustativo maravilloso. Ya nada pensaba sino en disfrutar del momento...fue tal su deseo que sin más preámbulos solicitó ser follada con vehemencia y poderío. Ante su reclamo, la subí de cintura y me acoplé a ella. Como si ya fuese maestra en la acción, cogió mi polla y la posicionó frente a su vagina. - ¡ Follame, follame hasta que nos corramos de placer ! -
El amor fluía por nuestras venas. La pasión nos conducía por esas sensaciones que se notan cuando te corre el placer por dentro, el actor sexual nos incitaba a no separarnos y disfrutar juntos. Embriagados de gusto consumíamos la noche. De esa posición pasamos a otra. Me senté en la cama y toda desnuda ella, se puso de espaldas. Abrí mis piernas. Sus manos se acoplaron a mis muslos y comenzó a moverse suavemente. Ya no era la aterradora mujer que deseaba follar rápidamente por miedo a ser vista...el gusto que corría por su cuerpo la había sosegado y la inquietud había desaparecido. Deseaba aquella polla que tenía dentro y que tanto placer le estaba dando. Sus gemidos eran un cantar en su boca y así estuvo un rato sin detenerse. Suspiraba y suspiraba; suplicaba más rapidez....yo caí en la cama. Ella aprovechó mi debilidad para cambiar de postura y ponerse encima de mi. En ese instante, su habilidad fue suficiente para meterse mi sexo nuevamente en su vagina. No quería perder momento alguno....quería llegar hasta lo más profundo de la lujuria y ser atrapada por un amor verdadero. Sus manos me acariciaban mi pecho. Notaba como estiraba, de nuevo, mis pezones y, a la vez, como caía con todo su peso en mi polla hasta llegar a saciar la
profundidad de su coño abierto. La satisfacción me abordaba. De mi boca salía un quejio placentero. Sin decir nada, el ritmo se hizo más intenso. Se inclinó hacia mi para su dedicación resultase más eficiente. Tocaba sus pechos, sus pezones, la besaba...hasta que ya no pude contenerme más y con un grito le dije
que me iba a correr.
Rápidamente cambió de postura. Quería recibir mi leche en su boca y que yo notase la humedad de su entrepierna. Si ella chupaba con intensidad, yo lamía con la misma dedicación y metía dos dedos en su vagina...no pasó mucho cuando ya no pude más y me corrí en su boca.
- Sigue, sigue, sigue...ya me viene, ya me viene - sus súplicas me hicieron persistir en la masturbación hasta que el placer la hizo correrse también.
- ...qué gusto mi amor -
Ambos quedamos complacidos, exhaustos y abrazados. Los besos eran sensibles como nunca fueron. Las miradas sostenían el verdadero amor que había brotado. Eramos una fuente de pasión unidas sin miedo a nada ni a nadie.

El alcohol no dejó mucha resaca al despertarme. Un poco dolor pero cosa que se podía controlar. Era 1 de Enero y había quedado con ella para tomar algo...Estando juntos, unos cuantos amigos mutuos se presentaron y dijeron que ya había reservada mesa. Dos no significaría ningún problema y que todos nos íbamos a almorzar fuera. La comida fue excelente, la conversación fluida y, aunque nadie quería decir nada, las miradas deambulaban como diciendo que nosotros ya estábamos saliendo o era el principio de una relación más intima...
Aquellas suposiciones quedaron ahí porque luego nos fuimos a tomar unas copas. Ni a conciencia nos habíamos reunido ya que todos éramos pareja...así que todo era más ameno y las risas eran bien vistas por todos. De las risas surgió una voz...¿ Por qué no vamos a cenar a ese sitio que me han hablado muy bien ?. Allí junto al fuego estábamos las 4 parejas. Era una situación extraña pero confortable. Después de cenar y la última copa, era momento de despedida porque al día siguiente muchos trabajaban.
Yo me despedí de mi bella mujer. Las sonrisas hablaban por si mismas. Los besos eran de
cariño...Quedamos en vernos en la mañana. Sería mi último día en el pueblo. No quería separarme de ella pero vi como sus manos se marchaban de las mías...¡ estaba tan feliz que me fuese ido con ella al fin del mundo !.
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